miércoles, 9 de enero de 2008

Andreu NIN: Sobre la Unidad Sindical

Publicamos a continuación un artículo de Andreu Nin sobre la unidad sindical escrito pocos meses antes del inicio de la Guerra Civil, con motivo de la Conferencia que daría origen a la breve experiencia de la FOUS (Federación Obrera de Unidad Sindical). Esta organización se integraría prontamente en la U.G.T.

Aparte de una aportación al debate, este texto también quiere ser un modesto homenaje a Nin y a tantos otros militantes del POUM, de las izquierdas comunistas y de la CNT, que fueron víctimas de la persecución por parte de la canalla stalinista, comandada por agentes del NKVD ruso, pero integrada y animada por el PCE y el PSUC. Cuando hoy reclaman los ideales de la II República, habría que preguntarles si se refieren a la que eliminó físicamente a tantos militantes revolucionarios.

Nosotros no compartimos la mayoría de las ideas que defendieron Nin y los militantes del P.O.U.M. Pero eso no impide que reconozcamos en ellos la honradez y la coherencia que a tantos faltaron en aquellos aciagos momentos.

Tras el texto de Nin publicamos un escrito que un camarada dirigió a la organización en la que entonces militaba (En Lucha, la representante española de la International Socialist Tendency) en respuesta a un artículo aparecido en su revista. No debe entenderse que las opiniones de entonces de este camarada sean las de nuestra organización. Ni siquiera él defiende hoy esas posturas íntegramente. Tan sólo se publica como comentario al texto y aportación al debate.


LA BATALLA. 24 ABRIL 1936. N° 248
UNA INICIATIVA LAUDABLE
LA CONFERENCIA DE UNIDAD SINDICAL


La Conferencia de Unidad Sindical, convocada para los días 2 y 3 del próximo mes de mayo, representa la primera tentativa seria realizada en Cataluña para lograr la unificación del movimiento sindical. Trátase de un noble y leal propósito que no encubre segundas intenciones ni maniobras inconfesables. El Comité de Frente Único Sindical, a quien se debe la iniciativa, aspira a reunir, en el magno comicio proyectado, a todas las organizaciones sindicales ca­talanas con el fin de buscar, en un sincero esfuerzo de colaboración, los medios más eficaces para resolver el problema de la unidad no sólo en Cataluña, sino en toda España.

No se le ocultan a los iniciadores de la conferencia las grandes dificultades con que tropezará su propó­sito, pero la gran simpatía con que ha sido acogido y el número extraordinario de adhesiones que ha reci­bido de toda Cataluña, justifican todos los optimis­mos.

Todos los verdaderos amigos de la causa emanci­padora del proletariado han de llegar a la misma con­clusión: que el actual estado de disgregación del mo­vimiento obrero no puede prolongarse por más tiem­po, so pena de contemplar pasiva e indiferentemente como la falta de unidad malogra todos los esfuerzos de la clase trabajadora y se convierte en un instru­mento eficaz en manos de la burguesía.

¿Es posible restablecer esta unidad? ¿Es posible dotar al proletariado de la organización fuerte y cohesionada de que tiene necesidad imprescindible para luchar y vencer? Nosotros estamos firmemente con­vencidos de que sí. Basta para ello el propósito firme de conseguirlo y la voluntad tendida hacia el fin.

¿Cómo se puede dar satisfacción a lo que constituye hoy el ardiente anhelo de la masa trabajadora, cansada de divisiones?

No ciertamente tratando de imbuirle la idea de la fatalidad de la división por la subsistencia de dos grandes sectores organizados (el marxista, U.G.T.; y el anarquista, C.N.T.), o de imponer un criterio absorcionista (unidad dentro de una de las dos centrales tradicionales), sino fusionando en una sola central sindical a todas las organizaciones existentes (C.N.T., U.G.T., sindicatos de oposición y sindicatos autónomos). Este es el camino que con indiscutible acierto ha escogido el Comité de Frente Único Sindical y que le ha llevado a la Conferencia de Unidad.

La organización sindical no puede, no debe ser una organización de tendencia, una organización sectaria, pues con ello frustraría su misión esencial, que es la de agrupar, para la defensa de sus intereses de clase, a todos los trabajadores sin distinción de ideas. Los partidos y tendencias diversos tienen el derecho indiscutible a trabajar para que sus ideas penetren entre los trabajadores organizados; pero ninguno de ellos tiene derecho a imponérseles. La garantía de que la lucha de tendencias no ha de inferir perjuicios al movimiento obrero radica en la democracia sindical: libertad de discusión, respeto hacia las decisiones de la mayoría. Con la estricta observancia de estos principios la unidad del movimiento queda perfectamente asegurada.

Hoy coinciden en estos puntos la casi totalidad de las tendencias sindicales. Nada se opone, pues, a una acción común. Falta, sólo, el impulso inicial para emprenderla. Que la Conferencia de mayo de este primer impulso y habremos dado un paso decisivo hacia la unidad sindical.

ANDREU NIN


(Lecciones de la FOUS para la realidad presente)
POR UN SINDICALISMO REVOLUCIONARIO Y DE CLASE
POR LA UNIDAD SINDICAL


En el último número de En Lucha aparecía un artículo sobre el Partido Obrero de Unificación Marxista (P.O.U.M.). En él se hacía una breve referencia a la FOUS, la Federación Obrera de Unidad Sindical. Esta organización, resultado del agrupamiento de multitud de sindicatos no encuadrados en las dos grandes centrales del momento (UGT y CNT) tuvo una muy breve existencia. Tras comprobar la imposibilidad de cumplir su objetivo central (la unidad de todos los trabajadores en una sóla organización sindical, rechazada por las dos “mayoritarias” del momento) optó, influida sobre todo por el POUM (aunque no dirigida por este partido[i]), por su ingreso en la UGT. Opción sin duda equivocada, dado el carácter reformista de la central socialdemócrata y su subordinación a la dirección del PSOE, y como además demostrarían las coincidencias entre las bases de la FOUS (y el POUM) y las de la CNT durante la guerra.

Pese a su corta vida, los planteamientos de la FOUS resultaban (y resultan aún hoy) muy interesantes. Uno de sus postulados básicos (defendido por Nin entre otros) era la aceptación en su interior de todas las corrientes de opinión (partidos en el sentido de partes de, organizadas o no) existentes en el movimiento obrero. O, dicho de otro modo, la inclusión en la organización sindical por factores objetivos (la pertenencia a la clase obrera, determinada por la relación real con los medios de producción) y no por factores subjetivos (la concepción política, que no es sino la fórmula propuesta para transformar esa relación real). Sobre esa base de unidad de todos los miembros de la clase por el simple hecho de ser miembros de ella, se admitía de forma saludable y democrática una realidad incuestionable: la heterogeneidad. Pero no se hacía al estilo del sindicalismo revolucionario seguidor de la Carta de Amiens. Ese sindicalismo revolucionario, en su deseo de superar las diferencias entre marxistas y anarquistas, había simplemente obviado el problema, desligando por completo (al menos en teoría) el funcionamiento de las organizaciones sindicales de las concepciones de sus miembros. Por el contrario, la FOUS planteaba que, respetando la democracia de base y la unidad de acción, cada tendencia debía tener derecho a expresarse libremente, a plantear sus postulados abiertamente. Podríamos decir que la unidad se pretendía garantizar, más que por la uniformidad teórica, por una intuición simple: la clase obrera sólo puede vencer en su lucha contra la explotación capitalista manteniéndose unida. Y esa unidad sólo es posible si aceptamos la heterogeneidad al interior de nuestra clase.

Así pues, en lugar de dejar fuera del sindicato a la política, se reintegraba esa dualidad lucha económica-lucha política establecida por el capitalismo y totalmente ajena a la I Internacional (tanto para anarquistas como para marxistas). Y se planteaba que si los trabajadores querían emanciparse tendrían que hacerlo todos, no una parte (por más esclarecida que fuese). Para lo cual tendrían que respetar sus diferencias y aprender a llegar a consensos con los que todos estuvieran de acuerdo.

Evidentemente, esos planteamientos no han sido frecuentes en la historia del movimiento obrero. Términos como consenso, democracia de base, respeto a las corrientes minoritarias (o a las mayoritarias), autonomía, federalismo, libre experimentación,… no han estado (ni están) en los diccionarios, en la teoría y en la praxis de la mayoría de las tendencias y organizaciones obreras, tanto socialdemócratas como bolcheviques e incluso anarquistas. El miedo a lo diferente (la xenofobia en su sentido literal) ha sido lo corriente. Incluso se ha justificado, ideologizando la teoría marxista.

Hoy, ante una realidad sindical como la de nuestro estado (o la internacional), aquellos planteamientos, aquel intento (fallido como tantos otros, pero no por ello estéril) puede servirnos para explorar, para dar soluciones a los graves problemas que aquejan al movimiento obrero. Desde una perspectiva exclusivamente sindical, está claro que plantear hoy por hoy la unidad organizativa sería utópico. Pero sí es cierto que hay posibilidades de configurar nuevas realidades organizativas que superen tanto el reformismo burocrático de los “mayoritarios de ahora” (CCOO y UGT) como la dispersión anuladora de las alternativas. La conciencia de que “solos no podemos”, de que los problemas de una empresa o de un sector no se solucionan en sus estrictos límites, está calando entre la clase trabajadora. Más allá de foros y reuniones grandilocuentes, es la práctica de las organizaciones el mejor indicador de ello. Ejemplos como las Coordinadoras, Intersindicales y otras fórmulas de unión en torno a objetivos concretos son evidentes. Ahí se aprende que el slogan de la UGT es válido (aunque no para hacer lo que la UGT hace). Los Encuentros estatales de sindicatos alternativos son pasos, aunque todavía tímidos. Incluso la Confederación de STEs proclama la necesidad de fórmulas organizativas que superen la desunión.

A esto hay que añadir que la pléyade de organizaciones que se autoproclaman de clase, combativas, revolucionarias, es inmensa, por más que en la mayoría de los casos no vayan más allá de los límites de su empresa. Ese indicador del descontento con los burócratas se traduce también en las escisiones que sufren los mayoritarios, de las que COBAS es quizás el mejor exponente.

En otro tiempo pudo pensarse que organizaciones como CGT podían ser el referente de encuadramiento. Pero los límites del anarcosindicalismo se los impone su propia concepción partidaria (de partido en el sentido de parte, por más que a ellos les horrorice la expresión), que les acerca cada vez más al sectarismo cenetista. Purgas y expulsiones son el resultado lógico del miedo al crecimiento y a la diversidad que éste conlleva. Además de procesos de integración en el sistema vía subvenciones, etc.

Podríamos decir sin mucho riesgo de equivocarnos que las fórmulas organizativas unitarias están por hacer, que ninguna de las organizaciones actuales es la pieza clave. Pero deberíamos extraer las lecciones de nuestro pasado. En ese sentido es más que probable que el proceso de integración debiera estar marcado por principios organizativos como los defendidos por la FOUS.

Ante la situación actual, la actitud de los militantes revolucionarios no puede ser otra que contribuir a la conformación de una potente organización sindical que pueda hacer frente a los ataques del capital. En ese esfuerzo no pueden perderse de vista los errores del pasado: el centralismo, la concentración de decisiones en órganos ajenos a las asambleas de trabajadores, la primacía de la negociación con los patronos, la dependencia económica respecto del Estado, el reformismo laboral,… Deben ser superados a través del asamblearismo, del respeto a las decisiones de cada ente (pacto confederal), de la movilización para una correlación de fuerzas favorable a los trabajadores, de la autofinanciación, de la primacía del trabajo sobre los medios económicos, y de una visión global de los problemas que el capitalismo ocasiona a los asalariados y de los medios para superarlos.

SALUD
2-10-2005

[i] Si bien es cierto que el papel de Nin (y de Maurín y el resto del POUM) fue clave en la constitución de la FOUS, nada está más lejos de la realidad que considerar a ésta como “su” organización sindical (como se plantea en el artículo de En Lucha), al estilo de las correas de transmisión a las que nos tienen acostumbrados los burócratas reformistas (tanto en su versión socialdemócrata como bolchevique). Por otra parte no hay que olvidar que tanto Nin como Maurín comenzaron su militancia en la CNT, por lo que su implicación en cuestiones sindicales es lógica.

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