domingo, 2 de noviembre de 2008

Elogio de la Caída

Desde Guayaquil, su autor ha tenido la amabilidad de enviarnos el texto que a continuación publicamos, y que apareció como artículo editorial en la edición escrita del Diario El Telégrafo (Ecuador), del 02 noviembre 2008.

Elogio de la caída

Marcelo Medrano
Columnista

Cuando leo y escucho sobre la desazón debida a la crisis financiera, no puedo dejar de sonreír. ¡Sí!: miro las imágenes de rostros desencajados y manos crispadas de aquellas mafias de Wall Street, y de sus acólitos y sirvientes nacionales, y no dejo de sonreírme. Pero, con la suspicacia de la vida aprendida tras duros golpes, ‘usted es medio malvado’, me dice, porque ‘esa crisis nos afectará a todos’. ¡Imagine!, ya viene la navidad y parece que será muy triste.

Mmmm, aunque intento entristecerme con su argumento sobre el origen de tan triste tristeza, no puedo dejar de sonreír. Permítame: los seres humanos establecemos muchas formas de relación en sociedad; una de ellas, la económica, nos atraviesa con toda su fuerza material y configura, de múltiples y complejas maneras, nuestras subjetividades: son nuestras formas de ver y estar en el mundo. Usted, afligido pero estimado lector, mantiene, defiende, disfruta, exige maneras de vida económica. La actual crisis capitalista, entonces, se llena y desborda de angustia porque le obliga a mirarla y sentirla como restricción del consumo. El temor que se convierte en congoja y abatimiento es ese: limitar su disfrute del consumo. Gran parte de la propaganda gira en ubicar a los seres humanos como consumidores: más gastos, más compras, significan más felicidad. ¿No me diga que usted piensa en ser feliz de esa manera? En época de crisis: menos compras, menos gastos, significarían menos felicidad, y es también crisis de una subjetividad y una sensibilidad dominadas por la psicología de la tarjeta de crédito… ¿y eso le entristece? ¡No sea tan malvado!

Pero, hay algo más fundamental que sí le afecta. Cuando vive su vida económica, un conjunto de relaciones sociales básicas le atraviesan y condicionan. Usted, como dueño de una capacidad para producir y como ejecutor de la producción, dota de sentido a lo que genera y crea. Pero, dentro del sistema capitalista, ese sentido es arrebatado, alejándolo de su origen, de usted. Cualquier mercancía que le entristece no comprar, ha sido despojada de ese sentido creador y refleja una relación social en permanente crisis. Los aprietos del sistema financiero internacional reviven, entonces, esos conflictos aparentemente superados, pues visibilizan lo que usted y miles de millones más efectivamente producen, aunque la especulación se encargue de inventar valores con cada operación financiera realizada… gigantescos valores inexistentes que se han evaporado.

Si algo me permite sonreír es ese ‘retorno’ a la materialidad, ese ‘regreso’ de la mirada hacia quienes producen aquella materialidad. Aunque, no se confunda: sé que la crisis la pagaremos los países y sectores menos favorecidos. Y el golpe será fuerte. Sin embargo, hemos aterrizado nuevamente desde la esfera especulativa en la esfera productiva. Y esa es la tristeza de Wall Street, que no tiene porqué ser la suya, amigo lector. Hoy, soy sonrisa, pero no aquella nacida de la contemplación de la caída, sino aquella comprometida, de raíz, con esa caída. Siempre.

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